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Manuel, el berber

  • Daniel Santacruz
  • Jul 31
  • 6 min read

Updated: Aug 31

Por Nissim Ashkenazi

El kuento del mes


ENGLISH AND SPANISH BELOW


Manuel era sovrebiviente del Holokosto.

Fue tomado de Salonik i se salvo de los kampos de la muerte. Lavoro anyos i sufriyo mucho, kedo solo i suvio a Israel. Bivio en el kartie de los Selaniklis, en la kaleja HaShomer, en Haifa. Mani, komo era yamado, se izo el simbolo del kartie.

Era exempio de vitalidad, energiya i fuersa, kon muncho deseo de trokar su destino i empesar de muevo kon pasion, ardor i kerensia para se salvar i ayudar a otros.

Manuel avriyo butika de berber i arrapo kaveos i barvas de todos en el kartie, inkluido las kriyaturas. Era un poko bashiko, no flako i no godro, siempre kon pantalon kurto ancho ke se maneava en kaminando. Los kaveos teniya kurtos I lo mas ke se viya era el numero ke teniya en el braso, ke lo gravaron los alimanes kruelos en el lager.

Era siempre akupado, lijero, laboriozo, serka de asiegado i merkava del soko Talpiot. Ayudava a los mushtiris en mil i una koza o dava konsejos.

—Kontra granos o fushkas, este enguente. . . . Ayi, kon guzanos parasites ke kitan sangre . . . Para kalmar dolor. . . —dezia a la djente.

Lo mas de todo, saviya sintir, i topar remedio i solusiones. Todos lo amavan i lo respektavan.

Su lugar se izo sentro de enkontros, kon djugos, espesyalmente el shesh-besh i kartas, i moabetes. Su regla era: “Paras ke kayen en basho, kedan para el berber . . .”

Manuel arrapava i los otros djugavan i teniya un kashoniko yeno de pares de entojos al servisio de los djugadores aedados. Kriyaturas arrapava en metyendo una tavla enriva de la siya para ke esté el chiko mas alto, ke sea mas livyano arraparlos. Las madres veniyan mas tadre i le pagavan. No teniya tefter de devdas.

Se kazo kon una mujer Yerushamliya i moravan en el sentro de la kaleja. El kieriya ijos, ama eya paryo tres ijas. Tres vezes, en asperando al ospital, estuvo kon esperansa ke venga ijo, ama vinieron ijas. A la fin, tomo un konsejo i adopto un ijo.

Manuel se enviejisio i assero la butika de berber, i kedo flosho, sin lavor i sin entrada de paras. Tomo una araba chika i vendiya roskas en el sentro de Haifa. Todos lo konosiyan i lo arespektavan. En pasando kon la arraba chika por el soko le metiyan zarzava i frutas, ke no le manke nada en su kaza.

Las kriyaturas ke arrapo se izieron mansevos, i merkavan diez roskas i tomavan una para ayudar.

Pasaron anyos i el simbolo kerido del kartie se esparisio i no lo vimos nunka mas.

Ay kozas ke te akodras de la chikes ke te dan sentimientos de eskarinio i kaentor en el korason.


Nissim Ashkenazi mora en Kiryat Motzkin, Israel.

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Manuel, the barber

By Nissim Ashkenazi

The tale of the month




Manuel was a Holocaust survivor, having been deported from Thessaloniki to the death camps. He worked for years and suffered greatly, had no one and emigrated to Israel.

He lived in the Selaniklis* Quarter, on HaShomer Street, in Haifa. Mani, as he was called, became the symbol of the quarter.

He was the picture of vitality and strength, and had a great desire to change his destiny and start anew with passion, enthusiasm and kindness to redeem himself and help others.

Manuel opened a barbershop and cut hair and trimmed beards for everyone in the quarter. He was a little short, not too thin, not too fat, and always wore baggy shorts that flapped as he walked. He wore his hair short and what was most noticeable on his body was the number he had on his arm, tattooed by the cruel Germans in the concentration camp.

Manuel kept always busy and did things quickly, was hard-working, a little short-sighted and shopped at the Talpiot Market. He helped clients with thousand of things or gave advice.

—For pimples or blisters, this ointment . . . For blood-sucking parasites, this . . . To soothe the pain . . . .—he would tell people.

What he did best was listen, and find remedies and solutions. Everyone loved and respected him.

His barbershop became a meeting place, where games were played, especially backgammon and cards, and people chatted. His rule was: “Any money that falls on the floor goes to the barber . . .”

Manuel cut hair while the other people played and had a drawer full of pairs of glasses for the older players.

When cutting small children's hair, he would place a board on the chair so they would be higher up, making it easier to cut their hair. The mothers would come later and pay him. He didn't keep a debt edger.

Manuel married a Jerusalemite woman and they lived in the middle of the street. He wanted sons, but she gave birth to three daughters. Three times he went to the hospital hoping it would be a boy, but it was only girls. Finally, he decided to listen to the advice he was given and adopted a son.

Manuel grew old and closed the barbershop, and he was left without work or income. He managed to find a small cart from which he sold roskas** in the center of Haifa. Everyone knew him and respected him. When he went to the marketplace with the cart, they gave him vegetables and fruits so he would not lack anything at home.

The children whose hair he cut grew up to be men, and they bought ten roskas and took one to help him out.

Years passed and the beloved symbol of the quarter disappeared and we never saw him again.

There things one remembers from childhood that give you feelings of affection and warmth in your heart.


Nissim Ashkenazi lives in Kiryat Motzkin, Israel.

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* Immigrants from Thessaloniki, Greece.

** Donuts

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Translated by Daniel Santacruz


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Manuel, el barbero


Por Nissim Ashkenazi

El cuento del mes


Manuel sobrevivió al Holocausto, tras ser deportado de Tesalónica a los campos de concentración. Trabajó durante años y sufrió mucho, no tenía a nadie y emigró a Israel.

Vivía en el barrio de los selaniklis*, en la calle HaShomer, en Haifa. Mani, como lo llamaban, se convirtió en el símbolo del barrio.

Era la imagen de vitalidad y fuerza, y tenía un gran deseo de cambiar su destino y comenzar de nuevo con pasión, entusiasmo y bondad para redimirse y ayudar a los demás.

Manuel abrió una barbería en el barrio, donde cortaba el pelo, incluso a niños, y recortaba barbas. Era un poco bajo de estatura, ni muy delgado ni muy gordo, y siempre usaba pantalones cortos holgados que ondeaban al caminar. Llevaba el pelo corto y lo que más se notaba en su cuerpo era el número que llevaba en el brazo, tatuado por los crueles alemanes en el campo de concentración.

Se mantenía ocupado siempre y hacía las cosas con rapidez, era muy trabajador, un poco miope y compraba en el mercado de Talpiot. Ayudaba a los clientes con miles de cosas o les daba consejos.

—Para granos o ampollas, este ungüento . . . Para parásitos chupasangre, esto . . . Para calmar el dolor . . . —le decía a la gente.

Lo que mejor hacía era escuchar y encontrar remedios y soluciones. Todos lo querían y respetaban.

Su barbería se convirtió en un lugar de encuentro, donde se jugaban juegos, especialmente backgammon y cartas, y la gente charlaba. Su regla era: “El dinero que cae al suelo es para el barbero . . .”

Manuel cortaba el pelo mientras los demás jugaban y tenía un cajón lleno de lentes para los jugadores de más edad.

Al cortar el pelo a los niños pequeños, colocaba una tabla sobre la silla para que estuvieran más arriba y así fuera más fácil cortarles el pelo. Las madres venían después a pagarle. No tenía un cuaderno de deudas.

Manuel se casó con una mujer de Jerusalén y vivían en medio de la calle. Quería tener hijos, pero ella dio a luz tres niñas. Tres veces fue al hospital con la esperanza de que fuera un niño, pero sólo fueron niñas. Finalmente, decidió seguir el consejo que le dieron y adoptó un niño.

Manuel envejeció y cerró la barbería, quedándose sin trabajo ni ingresos. Consiguió encontrar un pequeño carrito donde vendía roscas en el centro de Haifa. Todos lo conocían y lo respetaban. Cuando iba al mercado con el carro, le daban verduras y frutas para que no le faltara nada en casa.

Los niños a quienes les cortó el pelo crecieron y se convirtieron en hombres, y compraban diez roscas y tomaban una para ayudarlo.

Pasaron los años y el querido símbolo del barrio desapareció y nunca más lo volvimos a ver.

Hay cosas que uno recuerda de la infancia que te llenan de afecto y calidez.


Nissim Ashkenazi vive en Kiryat Motzkin, Israel.


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*Inmigrantes de Tesalónica, Grecia.

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Traducido por Daniel Santacruz


August 1, 2025


 
 
 

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